miércoles, 22 de agosto de 2007

La Hija de Escipión

La producción operística de Mastropiero sorprende por su notable coherencia; pese a la diversidad de sus dramas, comedias, tragedias, al oír un fragmento de cualquier ópera de Mastropiero se reconoce inmediatamente la mano del compositor; por su estilo, por su fuerza expresiva, y sobre todo porque la música es siempre la misma; incluso, en los ensayos de sus últimas óperas reunía a los cantantes, y en vez de partituras repartía solo la letra. Por ejemplo, se conserva de su ópera El Suplicio de Sor Angélica la letra del aria de soprano, aléjate de mí, que soy más pura que los ángeles, con la siguiente indicación del puño y letra de Mastropiero: cántese con la melodía de mi anterior ópera, La Cortesana de Lamermour, aquella que dice acércate, papito, que soy más voluble que las aves. Como escribiera el crítico musical Harold Shönstein: todas las obras de Mastropiero llevan su sello; el modo que tiene de componer óperas es un verdadero modus operandi, como los delincuentes famosos; mejor dicho, como otros delincuentes famosos. Por lo tanto -concluye- no comentaré más sus estrenos, enviaré al cronista de policiales. Poco después, salió publicada la siguiente crónica de una ópera de Mastropiero, dice así: Al levantarse el telón comparece el tenor (sexo masculino, contextura mediana), y dando muestras de encontrarse alcoholizado, increpa a la soprano (contextura robusta, sexo indefinido), y le reclama reanudar su relación; esta se niega, profiriendo alaridos y gritos desaforados, como si cantara. El arriba mencionado, en estado de emoción violenta, extrae de entre sus ropas una pistola, calibre veintidós, y le efectúa a la supraescripta un disparo a quemarropa con orificio de entrada en el abdomen, y orificio de salida... y orificio de salida. Luego, arrepentido por el ilícito perpetrado, toma entre sus brazos a la soprano (aproximadamente un tercio de la misma); la damnificada, se repone satisfactoriamente de sus heridas, y decidida a perdonarlo, lo estrecha en un fuerte abrazo. El tenor lanza un estridente do de pecho, que prima faciae, sería un pedido de auxilio. La escena finaliza sin tener que lamentar víctimas ni daños materiales. Esta escena es, precisamente, la que no vamos a escuchar a continuación, ya que ninguno de los integrantes de Les Luthiers se avino a representar el rol de la soprano; en cambio, interpretaremos un fragmento de otra ópera de Mastropiero, pero que lleva la misma música. Es la escena de Daniel el Seductor Ante la Ventana de Juana María del Sagrado Corazón de su ópera La Hija de Escipión.

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