viernes, 31 de agosto de 2007
Estratagema 19 (fragmentos)
Arthur Schopenhauer, El arte de tener razón -en 38 estratagemas-
domingo, 26 de agosto de 2007
Cuestión de higiene
Adolfo Bioy Casares, Borges
sábado, 25 de agosto de 2007
Noé Jitrik, Martín Prieto y María Teresa Gramuglio
"Historias de la literatura argentina"
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01:20hs. aprox.
Conferencia dictada en 2006 en el Club de Cultura Socialista. Introduce Gramuglio con un racconto entre Rojas y Jitrik, Viñas mediante. Prieto hace papelones leyendo un texto sobre su Breve historia... con una extraña impostación cuando pronuncia "historia de la literatura argentina" -hasta el hartazgo-, y Jitrik le pasa el trapo con una erudicción notable y sin textito ñoño, sobre su Historia Crítica en doce tomos de los cuales recién existen seis y se consiguen dos. En rigor hay que reconocer: si yo fuese a hablar en el CCS, me llevaría un textito ñoño preparado y andaría cagado en las patas toda la semana. Y las invitaría a todas mis novias.
viernes, 24 de agosto de 2007
El Mendigo de Almas
Al primero que pasó bajo el farol -estaba solo y me pareció de mediana edad- no quise detenerlo porque su cara surcada por extrañas arrugas era demasiado interesante y yo quería realizar la experiencia en las condiciones menos favorables. Pasó también un jovencito envuelto en un gabán pero sus cabellos revoloteantes y sus ojos de mascador de hashish me detuvieron porque adiviné en él a un soñador, un fantasioso, un alma no suficientemente usual y común. El tercero que pasó, viejo y completamente lampiño, canturreaba para sí, con inflexiones melancólicas, un motivo popular español que debía recordarle toda una vida plena de sol y de amor, una vida dorada, báquica, meridional. Tampoco él me servía y no lo detuve.
Yo mismo no sé recordar con exactitud mi exasperación de esos momentos. Imaginen a este singular bandolero mendicante, hambriento, excitado, que espera en una encrucijada a un hombre que no conoce, que desea escuchar una vida que ignora, que arde en el deseo de arrojarse sobre una presa desconocida. Y como por un absurdo y despectivo azar los hombres que pasan no son los que él busca: son hombres que llevan en la cara los signos de su originalidad y de su vida fuera de lo ordinario. ¡Cuánto había dado en esos instantes para ver ante mí a uno de aquellos innumerables filisteos de rostros rosados y tranquilos como los de los cerdos jóvenes que me habían provocado náuseas o divertido tantas veces! En esa época yo era empecinado y animoso y esperé todavía bajo el farol que a ratos se oscurecía o resplandecía según los vaivenes del viento. Las calles estaban ya desiertas a esa hora y el viento había alejado a los noctámbulos. Sólo algunas sombras presurosas animaban la ciudad. Una de ellas pasó finalmente bajo el farol donde esperaba e inmediatamente vi que me servía. Era un hombre ni joven ni viejo, ni demasiado buen mozo ni desagradable de rostro, de ojos calmos, bigotes bien rizados y cubierto de un pesado gabán en buen estado.
No bien pasó a mi lado di algunos pasos y lo detuve. El hombre se echó hacia atrás del susto y levantó un brazo como para defenderse pero lo calmé en seguida:
-No tema usted nada, señor -le dije con mi voz más suave-; no soy ni un asesino ni un ladrón ni tampoco un mendigo. Un mendigo, en realidad, sí, pero no pido monedas. No le pediré más que una cosa, y una cosa que no le costará nada: el relato de su vida.
El hombre abrió desmesuradamente los ojos y nuevamente se echó hacia atrás. Advertí que me creía loco y por eso continué con la mayor calma:
-No soy lo que usted cree, no estoy loco. Soy solamente algo parecido, o sea un escritor. Debo escribir para mañana un cuento y este cuento me salvará del hambre y quiero que me diga quién es y cuál ha sido su vida hasta ahora para que con ella pueda tener el argumento de mi relato. Tengo una total necesidad de usted, de su confesión, de su vida. No me niegue esta gracia, no rehúse ayudar a un miserable. ¡Usted es lo que yo buscaba y con la materia que me dé quizás escriba mi obra maestra!
Al oír estas palabras el hombre pareció conmoverse y no me miró ya con miedo, sino más bien con piedad.
-Si mi vida le es tan necesaria -dijo-, no tengo ninguna dificultad en contársela, tanto más que es de una simpleza absoluta. Nací hace treinta y cinco años de padres acomodados, honestos y bien pensantes. Mi padre era empleado, mi madre tenía una pequeña renta. Fui hijo único y a los seis años comencé a ir a la escuela. A los once completé los estudios primarios sin que hubiese estudiado mucho o poco. A esa edad ingresé en la escuela preparatoria, a los dieciséis en el liceo, a los diecinueve en la universidad, a los veinticuatro me gradué, siempre sin dar pruebas de inteligencia demasiado brillante o de necedad irremediable. Cuando obtuve el título mi padre me consiguió un empleo en el ferrocarril y me presentó a mi prometida. El empleo me absorbe ocho horas diarias y no requiere más que un poco de memoria y de paciencia. Cada seis años mi sueldo aumenta automáticamente en doscientas liras. Sé que a los 64 años tendré una jubilación de 3453 liras y 62 centavos. Mi prometida me convenía y me casé con ella al año. Nunca hubo entre nosotros inútiles sentimentalismos. Iba a visitarla tres veces por semana y dos veces al año -para su cumpleaños y en Navidad- le llevaba sendos regalos y le daba dos besos. De ella he tenido dos hijos: un varón y una niña. El varón tiene diez años y será ingeniero; la niña tiene nueve y será maestra. Vivo tranquilo, sin sobresaltos y sin mareos. Me levanto todas las mañanas a las ocho y a las nueve, por la noche, voy a un café donde hablo de la lluvia y de la nieve, de la guerra y del gobierno con cuatro compañeros de la oficina. Y ahora que le he contestado, déjeme irme porque han pasado diez minutos de la hora en que debo regresar a casa.
Y dicho esto, con gran calma el hombre hizo ademán de irse. Quedé por un momento perturbado por el miedo. Aquella vida monótona, común, regular, prevista, medida, vacía, me llenó de una tristeza tan aguda, de un temor tan intenso que casi estuve a punto de romper en llanto y escapar. Y sin embargo, me demoré todavía. "¡He aquí -me dije- el famoso hombre normal y común en nombre del cual los médicos austeros nos desprecian y nos condenan como dementes y degenerados! Aquí está el hombre modelo, el hombre tipo, el verdadero héroe de nuestros días, la pequeña rueda de la gran máquina, la piedrecita de la gran muralla; el hombre que no se nutre de sueños malsanos ni de locas fantasías. Este hombre que yo creía imposible, inexistente, imaginario, está ante mí, medroso y terrible en la inconsciencia de su incolora felicidad." Pero el hombre no esperó al término de mis pensamientos y se adelantó para irse. Todavía aterrorizado, pero con obstinación, lo seguí y le pregunté:
-En verdad, ¿no hay nada más en su vida? ¿Nunca le sucedió nada? ¿Ninguno ha tratado de matarlo? ¿Su mujer no lo ha traicionado? ¿Sus jefes no lo han perseguido?
-Nada de eso me ha ocurrido -respondió con una cortesía algo molesta-; nada de lo que me dice. Mi vida ha transcurrido en calma, igual, regular, sin demasiadas alegrías, sin grandes dolores, sin aventuras...
-¿Sin ninguna aventura, señor -lo interrumpí-; por lo menos una? Trate de recordar bien, busque en su memoria; no puedo creer que no le haya sucedido nada, nunca, siquiera una sola vez. ¡Su vida sería verdaderamente demasiado horrible!
-Le aseguro que no he tenido nunca ninguna aventura -respondió el Hombre Común con un esfuerzo extremo de gentileza-, por lo menos hasta esta noche. Mi encuentro con usted, señor novelista, ha sido mi primera aventura. Si tiene necesidad de ella, cuéntela.
Y sin darme tiempo para contestarle se fue tocándose ligeramente el ala del sombrero. Yo permanecí todavía algunos momentos parado en ese lugar como bajo la pesadilla de una cosa increíble. Volví por la mañana a mi cuarto y no escribí el cuento. Desde esa noche no logro más reírme de los hombres comunes.
-Giovanni Papini
miércoles, 22 de agosto de 2007
Zappa
Someone said they made some noise
The cops have shot some girls & boys
You'll sit home & drink all night
They looked too weird . . . it served them right
Mama! Mama!
Someone said they made some noise
The cops have shot some girls & boys
You'll sit home & drink all night
They looked too weird . . . it served them right
Ever take a minute just to show a real emotion
In between the moisture cream & velvet facial lotion?
Ever tell your kids you're glad that they can think?
Ever say you loved 'em? Ever let 'em watch you drink?
Ever wonder why your daughter looked so sad?
It's such a drag to have to love a plastic Mom & Dad
Mama! Mama!
Your child was killed in the park today
Shot by the cops as she quietly lay
By the side of the creeps she knew . . .They killed her too
Mom & Dad
We're Only in It For the Money (1968)
Frank Zappa & The Mothers of Invention
Cover en vivo de 2003 por Project/Object y compañeros de banda de Zappa; entre ellos Ike Willis.
La Hija de Escipión
martes, 21 de agosto de 2007
Los Monos
Ya muchos milenios antes (¿cuántos?), los monos decidieron acerca de su destino oponiéndose a la tentación de ser hombres. No cayeron en la empresa racional y siguen todavía en el paraíso: caricaturales, obscenos y libres a su manera. Los vemos ahora en el zoológico, como un espejo depresivo: nos miran con sarcasmo y con pena, porque seguimos observando su conducta animal.
Atados a una dependencia invisible, danzamos al son que nos tocan, como el mono de organillo. Buscamos sin hallar las salidas del laberinto en que caímos, y la razón fracasa en la captura de inalcanzables frutas metafísicas.
La dilatada entrevista de Momo y Wolfgang Kóhler ha cancelado para siempre toda esperanza, y acabó en otra despedida melancólica que suena a fracaso.
(El Homo sapiens se fue a la universidad alemana para redactar el célebre tratado sobre la inteligencia de los antropoides, que le dio fama y fortuna, mientras Momo se quedaba para siempre en Tetuán, gozando una pensión vitalicia de frutas al alcance de su mano.)
-Juan José Arreola, Bestiario.